martes, 29 de abril de 2008

Tortilla Flat de John Steinbeck


John Steinbeck (1902-1968), autor estadounidense, conocido universalmente por su soberbia novela Las Uvas de la Ira, definitivamente tuvo un principio dentro de la historia de la literatura para hacerse acreedor en el año de 1962 del premio Nobel. Este inicio se dio con su primer, gran y olvidada novela “Tortilla Flat” (1935).

Tortilla Flat, es una de esas novelas que con sus primeras páginas agrada al lector pero ya en las últimas lo deja totalmente fuera de guardia, porque en ella no existen ideales que defender ni posturas estéticas que criticar, sino sólo sentir y resentir la forma en que los seres humanos dejamos a un lado las cosas con mayor importancia e interés que puede ofrecer la vida. Esta historia posee una narración sencilla que pareciera ser contada no a través de caracteres impresos sino por una voz que poco a poco va acallando (como si se tratara de la conciencia), hasta que la mente hipnotizada por la curiosidad desciende en un olvidado pueblo de California llamado Tortilla Flat.

Tortilla Flat trata sobre los paisanos (un pueblo parte sangre española, parte sangre indígena, parte sangre caucásica), y sobre lo que en buen guatemalteco (o paisano) se podría explicar como un grupo de charitas y sus intentos por conseguir unas cuantas garrafas de vino, o bien, siendo un poco esotéricos, podría considerarse una moderna versión de la Leyenda del Rey Arturo, protagonizada por Danny, el rey del castillo, y Pilón su fiel caballero y más tenaz amigo, en búsqueda del Santo Grial materializado en un vaso de mermelada copado de vino.

Existen muchas novelas e historias que se acercan a una forma de vida, decadencia e ideales, pero ninguna tiene tan siquiera el atrevimiento de acercarse tanto al aspecto humano y divino que tienen los charitas tal y como lo hace Stainbeck “en su primer, gran y olvidada novela”, porque esta obra está plagada de sacrificios sublimes en nombre de la amistad, la caridad y el amor hacia al mundo, que en momentos inesperados y cargados de cierto humor se ven recompensados por visiones inquietantemente celestiales, porque tal y como trató de expresar su autor en alguna página, a Dios no le importa de donde provenga el bien, sino que al final de cuentas siempre sea eso: el bien.

Definitivamente esta es una novela que vale la pena devorarse de principio a fin en una o dos sesiones de lectura, ya que su contenido es ameno y altamente calórico para el espíritu que busca algo más satisfactorio que la mayoría de libros light de hoy en día.



Post Scriptum. Tortilla Flat es una obra que vale la pena leer con un puñado de monedas, porque seguramente en algún momento, todo aquel que la lea tendrá ganas de dejar el libro a un lado e ir a buscar a un charita para darle un beso en la frente y un par de quetzalitos.