Existen libros que para disfrutarlos es necesario tener una preparación previa, y este es el caso de Fuegos (1935), que se exterioriza como un lamento del corazón y sus latidos, manifestados en una serie de nueve relatos o más bien epílogos de las más intensas historias mitológicas de amor ideadas en la antigüedad, intercaladas con lastimeros destellos de esperanza extraídos de un diario íntimo escrito por la misma Marguerite Yourcenar mientras disfrutaba de las más crueles delicias de la decepción y el desapercibimiento.
Fuegos, es producto del amor mal correspondido por el cielo, es como la caricia sobre una llaga, que aunque sea muy tierna duele como el más grave de los desprecios; es un grito hacia la estupidez del otro, que no comprende que sólo el amor del desesperado es lo único que puede salvarle del más funesto de los destinos: el olvido. Fuegos, es la llama fatua que se levanta sobre el cadáver del amante mal pagado, es un recordatorio de que entre más se sufra en nombre del amor (lícito o ilícito) así se levantará un aura que prepara para concebir el único fruto, como si se tratase de un castigo o recelo divino, que puede dar su relación con el ser humano: el sufrimiento.
Fuegos no sólo es un libro que trata sobre el dolor, amores mal pagados, mitología y confesiones, sino también es un ejercicio de sinceridad y purificación del alma, que reclama, y con todo derecho, que le sea devuelto el tesoro más difícil de recuperar: la dignidad hacia si mismo, y de paso, como si se tratase de una indemnización celestial paradójica, la oportunidad de entrar nuevamente en ese ciclo de amor y sufrimiento como una ofrenda de paja al fuego desde un templo más alto y con un corazón más grande e inflamable pero menos débil e inocente.
miércoles, 24 de diciembre de 2008
martes, 29 de abril de 2008
Tortilla Flat de John Steinbeck
John Steinbeck (1902-1968), autor estadounidense, conocido universalmente por su soberbia novela Las Uvas de la Ira, definitivamente tuvo un principio dentro de la historia de la literatura para hacerse acreedor en el año de 1962 del premio Nobel. Este inicio se dio con su primer, gran y olvidada novela “Tortilla Flat” (1935).
Tortilla Flat, es una de esas novelas que con sus primeras páginas agrada al lector pero ya en las últimas lo deja totalmente fuera de guardia, porque en ella no existen ideales que defender ni posturas estéticas que criticar, sino sólo sentir y resentir la forma en que los seres humanos dejamos a un lado las cosas con mayor importancia e interés que puede ofrecer la vida. Esta historia posee una narración sencilla que pareciera ser contada no a través de caracteres impresos sino por una voz que poco a poco va acallando (como si se tratara de la conciencia), hasta que la mente hipnotizada por la curiosidad desciende en un olvidado pueblo de California llamado Tortilla Flat.
Tortilla Flat trata sobre los paisanos (un pueblo parte sangre española, parte sangre indígena, parte sangre caucásica), y sobre lo que en buen guatemalteco (o paisano) se podría explicar como un grupo de charitas y sus intentos por conseguir unas cuantas garrafas de vino, o bien, siendo un poco esotéricos, podría considerarse una moderna versión de la Leyenda del Rey Arturo, protagonizada por Danny, el rey del castillo, y Pilón su fiel caballero y más tenaz amigo, en búsqueda del Santo Grial materializado en un vaso de mermelada copado de vino.
Existen muchas novelas e historias que se acercan a una forma de vida, decadencia e ideales, pero ninguna tiene tan siquiera el atrevimiento de acercarse tanto al aspecto humano y divino que tienen los charitas tal y como lo hace Stainbeck “en su primer, gran y olvidada novela”, porque esta obra está plagada de sacrificios sublimes en nombre de la amistad, la caridad y el amor hacia al mundo, que en momentos inesperados y cargados de cierto humor se ven recompensados por visiones inquietantemente celestiales, porque tal y como trató de expresar su autor en alguna página, a Dios no le importa de donde provenga el bien, sino que al final de cuentas siempre sea eso: el bien.
Definitivamente esta es una novela que vale la pena devorarse de principio a fin en una o dos sesiones de lectura, ya que su contenido es ameno y altamente calórico para el espíritu que busca algo más satisfactorio que la mayoría de libros light de hoy en día.
Post Scriptum. Tortilla Flat es una obra que vale la pena leer con un puñado de monedas, porque seguramente en algún momento, todo aquel que la lea tendrá ganas de dejar el libro a un lado e ir a buscar a un charita para darle un beso en la frente y un par de quetzalitos.
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